>Los atentados abismantes que realiza el verbo ‘ser’ a través nuestro (o ejemplos de por qué hay que hablar de metafísica)

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Hablar…

«Haciendo caja» con todo este tiempo que ha pasado y con todo lo que hemos podido entender, leer, plasmar, por aquí y por allá a lo largo de estos —sólo— 5 años…, de esta semi-caótica web —que queda por «reordenar» (repasando tantas traducciones…, etc.)—: vemos que ha merecido la pena. Porque…: ¡hablemos del verbo ser!

Pondríamos mil antenas de prevención sobre el cómo de fácilmente nos dejamos llevar por el verbo ‘ser’.

Este verbo parece que hace uno, que hace sistema, con todo el tema del resentimiento, etc. Y en nuestra vida ha estado obviamente muy presente; todo el mundo ha «insultado» a gente («fulano ES un tal»…)… pero ¿qué efectos tiene tal cosa? ¿qué se cuece ahí? ¿Con esa velocidad del juicio qué hacemos realmente?

Decimos así que todo esto tiene que ver con el sistema del juicio, con enjuiciar a la gente…, y que hay que hablar de ello. Y es que cuando nos sale algún problema, puede ser muy importante acercarnos al otro, a la otra persona (más bien, mejor dicho: alejarnos, en común, del lenguaje inmediato, de la metafísica occidental…), tratando con él esta cosa tan compartida, este medio ambiente, que es por ejemplo el importante uso del verbo ser.

Y… la de tiempo que hemos perdido con este verbo y sus velocidades…, lo enroscado que está en las cabezas… lo que se usan, para desviar temas, ciertos empleos del verbo ser*.

Debido a este dichoso verbo ser, el tema de los insultos parece ser, antes de nada, y de forma muy fundamental, un tema metafísico más que uno relativo a la «moral». Y al final, veremos, es todo más de lo mismo, un caer todos en la misma mierda abismante.

Pongamos un ejemplo (basado en lo que le pasó a un amigo; llamémosle «X»); trata sobre la constitución de una especie de trampa, donde caemos todos, en cierto abismo, con la ayuda del dichoso «verbo ser».

Ese amigo tiene otro amigo, «Y», que tiene una experiencia pasada de meses que no le une demasiado con una cierta persona «H», que además es latinoamericana. Es decir, «Y» tiene un trato con «H», y no termina por compartir ideas, modos de pensar o hacer, fundamentales, que tocan a elecciones muy queridas por parte de «Y»; «Y» no está a gusto (y quizá no lo «habla», no lo piensa consigo mismo, con nadie).

Entonces «Y», tras vivir esa desunión en cuanto a creencias, a algunas cosas tocantes a la «política», digamos, entonces…, tiene un momento de debilidad (con la inestimable ayuda del verbo ser y de «AyB»):

«Y» entonces dice…:
«ah, que me han dicho («AyB») que la experiencia con latinoamericanos suele ser tal (queriendo decir que inspiran poca confianza)… así que en general ellos SON así o asá («caca», o «ladrones», o vete a saber…).»

«X» recibe ese mensaje y luego le cuenta a «Z», a mí, que este amigo «Y», habiendo dicho eso, en resumen, ES fascista.

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